Los estatales de la Corriente Nacional Agustín Tosco fijan su postura sobre la nueva vuelta de rosca que la Presidencia Milei le imprime a su relación con Donald Trump. Luis Caputo viaja a Washington para entrevistarse con Scott Bessent con el mandato de blindar la maximización de la tasa de rentabilidad de sus amigos timberos.
“Patria o Colonia” es la consigna con que los trabajadores estatales de la Corriente Nacional Agustín Tosco (CoNaT) hicieron público su rechazo “al Pacto Milei-Trump” por medio de una declaración, en la que recalcan que “el gobierno de Milei y Villarruel pretende convertir a nuestro país en una colonia yanqui, a cambio de un salvavidas de veinte mil millones de dólares”.
De este modo salieron al cruce del acto de sumisión perruna que Javier Milei tuvo con Donald Trump cuando, días atrás en un pasillo de la ONU, comenzó a recorrer un camino que pretende profundizar hasta límites inimaginables la dependencia de su gobierno con la Casa Blanca. Este intento deseperado por paliar los efectos de una corrida devaluatoria arrastra consecuencias que, aunque no haya ningún acuerdo firmado, ya pueden verse. Por ejemplo, con el decreto promulgado hace unos días que haciendo caso omiso a la Constitución y pasando por alto al Congreso, habilita el envío de tropas de los EEUU a nuestro país para operar en la base de Ushuia. De la misma manera, la privatización de la empresa Nucleoeléctrica, en el marco de la adhesión al programa nuclear estadounidense, aparece como otra contrapartida entreguista por los 20 mil millones de dólares que Bessent prometió en un tuit y que poco después puso en duda.
“Como hace cien años con el Pacto Roca-Runciman, las clases dominantes no dudan en entregar soberanía y bienestar del pueblo con tal de sostener el despojo y el saqueo para sí mismos”, lamentaron los estatales de la CoNaT tras lo que advirtieron que, pese a eso, “la historia demuestra que sus victorias son provisorias”.
Y, en tal sentido, remarcaron que “hoy los trabajadores y trabajadoras del Estado podemos jugar un rol en impedir que la burocracia estatal se ponga al servicio de los intereses yanquis”, ya que con el conjunto de los trabajadores, “tenemos en nuestras manos la fuerza para impedirlo, que reside en la movilización, la unidad, la organización y en nuestras propias convicciones”.
Mientras el gobierno de Estados Unidos y el FMI le dicen a Milei que tiene que conseguir consensos políticos para profundizar el ajuste, ayer el Senado ratificó el rechazo a los vetos del ejecutivo sobre el financiamiento universitario y la emergencia pediátrica, que pasan a tener carácter de ley. Con la esperanza de que el secretario del Tesoro de EE.UU. afloje la billetera, el ministro de Economía Luis Caputo junto al titular del Banco Central, Santiago Bausili, el viceministro José Luis Daza y el secretario de Finanzas, Pablo Quirno, vuelan hacia la capital estadounidense. “No estamos poniendo dinero en Argentina” fueron las últimas palabras de Bessent al respecto.
Así las cosas parece que los propios timberos a esta altura ya no le creen demasiado al “Messi de las finanzas” y entonces caen los bonos y las acciones. En tanto que el Riesgo País vuelve a dispararse y ayer trepó hasta rozar los 1.300 puntos.
No obstante, la razón principal de esta esperanza de Caputo en el “salvataje” de Washington radica en un personaje clave en su relación con el Tesoro estadounidense: Robert Citrone, o “Bob” para los amigos. Se trata de un trader de la Gran Manzana que en abril de este año visitó a Milei en la Casa Rosada el mismo día que lo hizo el propio Bessent, y cuya firma, Discovery Capital Management, ganó un 52 por ciento en 2024 gracias a la bicicleta financiera que puso a pedalear desde el inicio del actual gobierno nacional, con la compra de acciones y papeles de deuda devaluados y el cobro de intereses del orden del 20 por ciento. Se estima que Citrone gana cerca de dos millones de dólares por día con sus “inversiones” en Argentina por medio de este mecanismo aceitado, facilitado por el “plan económico” de Caputo y Milei.
Con este amigo en común con Bessent, Toto y los reyes vernáculos de la timba presionan para que la cosa no reviente por los aires. Al menos, hasta que ellos puedan salir sin perder un sólo centavo.