En Moscú se lleva a cabo el Foro Internacional “La Verdad contra el Neofascismo”, organizado por el Partido Comunista de la Federación Rusa en el marco del 108º aniversario de la Revolución de Octubre. El encuentro, inaugurado por Guennadi Ziugánov, secretario general del PCFR, reúne a más de un centenar de delegados de unos 50 países. El Partido Comunista de la Argentina participa a través de su responsable de Propaganda, Emiliano Vázquez.
Moscú, capital de Rusia, es en estos días el epicentro del Foro Internacional “La Verdad contra el Neofascismo”, organizado por el Partido Comunista de la Federación Rusa en el marco del 108º aniversario de la Revolución de Octubre. El evento, inaugurado por Guennadi Ziugánov —secretario general del Partido Comunista de la Federación Rusa— cuenta con la participación de más de cien delegados de cerca de 50 países.
El Partido Comunista de la Argentina está presente en Moscú en este encuentro internacional que reúne a comunicadores comunistas, antiimperialistas y antifascistas de todas partes del mundo y en las actividades por los 108 años de la Revolución Bolchevique que continúan desarrollándose por estas horas. En el panel “Metodología del Trabajo Informativo e Ideológico en Medios y Redes Sociales” del Foro “La Verdad contra el Neofascismo”, Emiliano Vázquez —secretario de Propaganda— presentó ayer la ponencia del PCA, que reproducimos a continuación.
Contra el neofascismo, la verdad
En un contexto global en el que la información circula vertiginosamente, detenernos a repensar las formas de comunicar se vuelve tan importante como el contenido de las ideas que queremos dar a conocer. Profesionalizarnos en el uso de las redes sociales, las distintas plataformas digitales y en el manejo de herramientas como la inteligencia artificial resulta una tarea fundamental para librar la batalla política e ideológica en las condiciones actuales.

Es evidente que en esta labor corremos con mucha desventaja. La cartelización del capital se expresa en el campo de la información tanto o más que en otros sectores de la economía concentrada a nivel mundial. Esto es así a punto tal de que entre los millonarios más millonarios del planeta existe una aristocracia tecno-financiera dueña de las redes sociales y plataformas digitales hegemónicas, que generan un impacto cada vez mayor en la subjetividad de las masas y ostentan una capacidad de lobby determinante en Occidente, pero más allá también. El reciente golpe de Estado en Nepal, disfrazado de “revolución de colores”, es uno de los tantos ejemplos que podríamos citar para dar cuenta de su poder.
A la manipulación de opiniones y emociones que despliegan a partir de la big data y los algoritmos, hay que sumarle los vasos comunicantes que tienen con los medios monopólicos de comunicación tradicionales del mundo occidental, sobre los que influyen de manera creciente y a los que las tendencias en redes terminan por marcarles la agenda, diciéndoles qué contar y cómo contarlo.
De esta forma, se presentan genocidios como acciones de legítima defensa, como en el caso de Palestina, cuyo pueblo ha sido víctima (y sigue siéndolo) de un intento de exterminio étnico a manos del Estado de Israel con el aval y el apoyo de Washington. Del mismo modo, falseando la información, hacen ver la lucha antifascista de Rusia contra el régimen de Kiev y sus jefes de la OTAN (los verdaderos responsables de esta guerra) como una invasión criminal de Vladimir Putin a una nación pacífica.
Asimismo, el imperialismo yanqui exacerba su propaganda anticomunista como nunca antes desde el fin de la Guerra Fría, apuntando sus dardos principalmente contra la República Popular China con el objetivo de apuntalar su mellado dominio geopolítico y recuperar su tasa de ganancias, buscando frenar desesperadamente el impulso del multipolarismo promotor de la paz y el desarrollo compartido.
En este escenario marcado por la agudización de la crisis civilizatoria del capitalismo, para conservar o recuperar privilegios las principales potencias de occidente estimulan al neofascismo. El fascismo del siglo XXI es un fenómeno que se expande mucho más allá de las fronteras de Europa y para consolidarse en el poder, a diferencia de lo que ocurría el siglo pasado, hoy no necesita de dictaduras militares. Eso sí; para propagarse como un veneno entre la sociedad requiere de Internet y sus redes.
Actualmente los pueblos de América Latina estamos enfrentando este flagelo. Con el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca los representantes del neofascismo regional se sienten envalentonados. El acecho militar contra la República Bolivariana de Venezuela, apalancado en la fake news del combate al narcotráfico, constituye el ejemplo más claro del reverdecer de la Doctrina Monroe, que reclama a nuestro continente como el “patio trasero” del norte, y mediante la cual se recrudece el bloqueo a Cuba y la desestabilización contra cualquier gobierno progresista que interfiera en los intereses estadounidenses.
En todo este dispositivo imperial, el papel que desempeña la proliferación de las ideas fascistas es central. Steve Bannon, el Rasputín de la propaganda trumpista y hombre fuerte de la Conferencia de Acción Política Conservadora (que bien podría ser calificada como la Internacional de la ultraderecha), es el responsable de alinear auténticos ejércitos de trolls alrededor del mundo para que el pensamiento más retrógrado siga ganando posiciones y aparezca como algo novedoso y disruptivo.
El de Argentina es un caso paradigmático del avance de esta corriente reaccionaria. En nuestro país padecemos desde hace dos años las consecuencias de la administración de Javier Milei, el principal exponente del neofascismo a nivel continental.
Milei llegó a la presidencia haciendo alarde de la antipolítica, sacando provecho de las restricciones lógicas de la pandemia de Covid 19 y de las limitaciones políticas de un gobierno socialdemócrata que defraudó las expectativas del pueblo. Con un mensaje tan directo como falso, supo interpelar a amplios sectores desencantados de las opciones tradicionales de una democracia devaluada y, muy especialmente, a la juventud.
Los medios de comunicación monopólicos (o sea aquellos de alcance más masivo) y las redes sociales hicieron lo suyo para estigmatizar a quien por entonces era su principal oponente electoral, la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner (que fue proscripta y hoy está en prisión domiciliaria, víctima de una operación de lawfare) y, desde ya, para catapultar la candidatura de Milei vendiéndolo como un outsider y un defensor de las libertades individuales.
Su gobierno, de carácter neofascista, neocolonial y ultraliberal nada nuevo tiene para ofrecer. Su partido, llamado La Libertad Avanza, acaba de ganar las elecciones legislativas gracias a Donald Trump y al préstamo prometido del Tesoro estadounidense, que endeudará y someterá todavía más a la Argentina pero que, paradójicamente, fue presentado por toda la maquinaria propagandística del oficialismo como una “salvación”.
Milei no es otra cosa que un fiel representante de los intereses del capital financiero transnacional. Sus ideas políticas y económicas se corresponden con la prehistoria de la civilización. Lo que en realidad avanza de la mano de este gobierno es el racismo, la misoginia, la homofobia y un largo etcétera de valores antisociales. Pese a la resistencia popular, sostenida, aunque todavía dispersa, se profundiza un brutal ajuste contra la clase trabajadora, una represión sistemática a la protesta social y una entrega de la soberanía superior a la que hiciera cualquier otro gobierno neoliberal que hayamos tenido en nuestro país.
Los personajes como Mieli que están irrumpiendo simultáneamente en la escena política en distintas latitudes del mundo demuestran que el neofascismo no es tan sólo un problema local en cada uno de esos países. En esta coyuntura bisagra para el destino de la humanidad, con niveles de concentración de la riqueza nunca antes vistos, la bestia parda que hace 80 años derrotara el glorioso Ejército Rojo vuelve a emerger con otros ropajes y por otros medios para defender a los poderosos y sojuzgar a los pueblos.
Divulgar la verdad se vuelve un hecho cada vez más revolucionario. Como leninistas, entendemos que la difusión de nuestras ideas tiene que ser un llamado a la acción. Por eso, siempre con la verdad como bandera, construir fuerza organizada y consciente será lo que nos posibilite enviar definitivamente al fascismo al basurero de la historia.
Desde el Partido Comunista de la Argentina saludamos este encuentro internacional tan necesario para los tiempos que corren, así como las instancias de continuidad que podamos darle. En este camino nos ponemos a disposición para seguir articulando experiencias que nos permitan hacer más eficiente nuestra labor conjunta con el objetivo de contrarrestar y derrotar a la manipulación y la mentira.
¡Viva la hermandad y la solidaridad entre los pueblos! ¡Viva la Revolución Socialista de Octubre, nuestra mayor inspiración para seguir luchando y vencer!