La renuncia del almirante Holsey, al mando del Comando Sur, revela fisuras en el aparato militar estadounidense frente a una posible intervención en Venezuela. Sin embargo, Marcelo Rodríguez, secretario de Relaciones Internacionales del Partido Comunista, advirtió que los intereses geopolíticos de Washington seguirán impulsando la ofensiva imperial en la región.
El almirante Alvin Holsey, comandante del Comando Sur de Estados Unidos y responsable de las operaciones navales frente a las costas de Venezuela, presentó su renuncia en medio de crecientes tensiones internas dentro de las Fuerzas Armadas estadounidenses. La dimisión, confirmada por fuentes del Pentágono y del Congreso citadas por The New York Times, reflejaría profundas discrepancias políticas en torno a las acciones militares contra el gobierno venezolano. “El Comando Sur posee una triste y sangrienta historia de injerencia en América Latina y el Caribe, y en este momento se encuentra a cargo de las operaciones militares contra el pueblo venezolano”, remarcó Marcelo Rodríguez, secretario de Relaciones Internacionales del Partido Comunista, en declaraciones efectuadas en Radio Rebelde de San Luis.
“La renuncia de Holsey se produjo tras una operación de la IV Flota en aguas del Caribe, durante la cual seis pescadores de Trinidad y Tobago fueron asesinados”, explicó Rodríguez. El hecho, calificado como ilegal por diversas organizaciones de la comunidad internacional, desató una ola de indignación en la isla y obligó a las autoridades norteamericanas a balbucear explicaciones sobre lo ocurrido. Este episodio no fue aislado: en lo que va del año, al menos veintisiete personas han muerto en operaciones similares, oficialmente justificadas como parte de la “lucha contra el narcotráfico”, pero que sin dudas forman parte de una estrategia para debilitar o derrocar al presidente venezolano Nicolás Maduro.
Poco antes de la renuncia, la escalada militar estadounidense en el Caribe se había intensificado. La Fuerza Aérea realizó sobrevuelos con bombarderos B-52 y ejercicios con unidades de Operaciones Especiales en las cercanías del territorio venezolano, mientras el entonces presidente Donald Trump había autorizado públicamente operaciones encubiertas de la CIA en Venezuela. Paralelamente, el Pentágono expandía su presencia en América Latina, con unos 10.000 efectivos desplegados en lo que Washington describe como una campaña contra el narcotráfico y el terrorismo. En verdad, señaló Rodríguez, “se trata de una ofensiva que busca derrocar al gobierno venezolano”.
De acuerdo con las filtraciones publicadas en la prensa yanqui, Holsey había manifestado dudas sobre la legalidad de estas operaciones y cuestionado los intentos de utilizar la lucha antidrogas como cobertura para intervenir en Venezuela. Su salida coincide, además, con un endurecimiento del clima interno en las Fuerzas Armadas, promovido por el secretario de Defensa, Pete Hegseth, quien lleva adelante una política de depuración ideológica contra todo lo considerado “woke”. En los últimos meses, esta política derivó también en la renuncia de varios mandos militares afrodescendientes y mujeres.
La dimisión del almirante Holsey parece marcar un nuevo capítulo en las tensiones internas del aparato militar estadounidense en torno a una posible intervención en Venezuela, y pone de relieve los desacuerdos sobre la política exterior que Washington impulsa en la región. No obstante, el dirigente del Partido Comunista advirtió que, “dada la triste y violenta historia del intervencionismo norteamericano, no hay que hacerse ilusiones de que esta ofensiva se vea limitada por factores internos”. Agregó además que “los intereses geopolíticos y estratégicos de Washington suelen imponerse por encima de las diferencias, por lo que será tarea de los pueblos de la región enfrentar la intervención neocolonial”.